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Moscú, cuyo nombre deriva de Moscova, rio que lo atraviesa, se convierte a partir de 1326, tras el fin de los saqueos mongoles, en la capital de Rusia. Frente al europeísmo de San Petersburgo, Moscú se siente oriental y quiere diferenciarse de occidente, así lo sienten y han dejado testimonio muchos de sus artistas.
Cuando hace unos meses visité la ciudad, todo el mundo hacia el mismo comentario: solo merece la pena visitar el Kremlin. Pero no es cierto, ni remotamente, pues hoy Moscú no tiene nada que envidiar, por poner un ejemplo, a ciudades europeas tan hermosas como París o Viena. La mires por donde la mires, reluce como una patena. En verano, sus inmensas avenidas, con grandes aceras y bulevares, están llenas de terrazas, de árboles, de flores, de gente …de vida.
Sin embargo, si vas Moscú, lo primero que hay que ver es la Plaza Roja, una de las más bellas y grandes del mundo, que, con su exótica y variada arquitectura es ¡¡Apabullante!! Está rodeada por la muralla fortificada del Kremlin, ante la que se encuentra el mausoleo de Lenin, por los almacenes GUM, por el Museo Histórico, y por la catedral de San Basilio, con sus cúpulas llenas de fantasía y colorido. Es, además, con el Kremlin, desde 1990, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Una vez que estas en la plaza, lo primero que visita el viajero ¿será por el morbo? es el mausoleo de Lenin, donde siempre hay larguísimas colas, inacabables, de horas, a pesar de que todo se limita a estar un momento ante una urna de cristal iluminada que contiene los restos momificados del líder ruso. El Museo Histórico, la siguiente visita, contiene la historia de Rusia desde la prehistoria hasta el siglo XIX. En él se encuentran piezas de gran valor artístico y documental: iconos, joyas, trajes, armaduras, mapas etc. Los almacenes GUM (Almacén General Estatal) formados por tres galerías cubiertas con bóveda de cristal y estructuras de hierro, son un emblema del capitalismo consumista, aunque, hoy en día, han sido superados por otras zonas comerciales más exquisitas y elitistas.
Por último, nos acercaremos hasta la más hermosa de todas las catedrales, la de la Intersección de la Virgen conocida popularmente con la Catedral de San Basilio, que, con sus nueve iglesias unidas entre sí, es un emblema del arte religioso ruso.
Tras la victoria en Kazán de los rusos sobre los tártaros, en 1552, se puso fin a la tiranía del yugo mongol, y, el zar Iván el Terrible para conmemorar el suceso ordenó, entre los años 1554 y 1561, la construcción de una iglesia dedicada a cada uno de los santos protectores cuya festividad coincidía con el día que habían sido ganadas las batallas, por eso, la catedral cuenta con una capilla central, más grande, rodeada de otras ocho más pequeñas. Todas, rematadas por torres y cúpulas, tienen una clara influencia Bizantina y una arquitectura sorprendente ya que adoptan la forma de piña o cebollas, en diferentes colores. Así mismo, hay una décima capilla separada de las demás, construida en 1588 por Teodoro I, que contiene los restos de Basilio, un hombre santo que ha dado nombre a la catedral.
El Kremlin, fundado entre los siglos XI y XII, ciudad defensiva de la que forman parte un conjunto de edificios civiles y religiosos, debe ser la siguiente visita. Inmenso, inabarcable, casi infinito, necesita, como mínimo, un día completo para recorrerlo. En el recinto delimitado por una muralla almenada está la Plaza de las Catedrales, rodeada de iglesias y palacios; hay que intentar verlo todo.
El principal monumento del Kremlin, lugar donde eran coronados los zares y enterrados los patriarcas, es la Catedral de la Dormición o de la Asunción (1479). Mandada construir por Iván III el Grande, es una obra maestra del arquitecto Fioravanti que unió la arquitectura rusa con las técnicas del Renacimiento italiano. En ella se encuentran: frescos del famoso Dionisio (1642-1643); el Iconostasio de 16 metros de altura, hecho por Yaroslav y Kostroma (1652 – 1653); el icono de San Jorge (siglo XVI), obra maestra de la Escuela de Novgorod; Virgen de Vladimir, venerada en todo el oriente ortodoxo; el fresco El juicio final pintado también por Dionisio; el Trono de madera de Iván el Terrible, y, una puerta, cubierta de láminas de cobre con escenas bíblicas repujadas en oro.
Un dato curioso, sobre una de las puertas están representados la princesa Olga y su nieto Vladimir. Olga consiguió la cristianización de Rusia, por lo que fue declarada santa, celebrándose la festividad el 11 de julio (lo sé bien porque es mi santo). Según la leyenda, fue responsable de tantas muertes que su santidad no deja de sorprender, e incluso impresionar.
Catedral de la Anunciación (1489) coronada por nueve cúpulas doradas, fue la capilla privada de la familia del zar, donde se celebraban los bautismos y las bodas. Su interior, pavimentado en jaspe de los Urales y ágata, está cubierto de frescos de 1508. De gran valor es el iconostasio (1405), con obras de Teófanes El Griego, Prochor de Gorodec y Rublev. Tiene una escalera exterior cubierta, mandada construir por Iván el Terrible para poder acceder a la liturgia de la catedral, ya que, cuando éste solicitó el divorcio para casarse por cuarta vez, se le prohibió la entrada a ella.
Catedral del Arcángel San Miguel (1508) la mayor de las tres catedrales, en ella están enterrados todos los monarcas moscovitas e incluye las tumbas de Iván el Terrible y de sus dos hijos (Iván, asesinado por su padre en un rapto de cólera, y Fëdor). Es un edificio en piedra blanca, obra maestra del arquitecto Lamberti de Montagnana, con ornamentos del Renacimiento veneciano. En su iconostasio dorado con iconos de los siglos XV-XVIII, sobresale el del Arcángel San Miguel.
Campanario de Iván el Grande (1600) con un total de 21 campanas. Consta de dos edificios en piedra blanca: la Torre de 81 metros, y otro más bajo, con la campana Uspenskij, de 64 toneladas.
Alrededor de la plaza, hay otros importantes monumentos civiles: Palacio de las Facetas (1491) construido por Iván III el Grande, donde se encuentran los tronos imperiales rusos; Palacio de los Terems, (1508) primer hogar de la familia imperial rusa; Gran Palacio del Kremlin (1838) orientado hacia el Moscova, mandado construir por Nicolás I, contiene salas fastuosas decoradas con mármoles y piedras preciosas, y los apartamentos privados del zar.
Moscú cuenta, además, con importantes e imprescindibles museos. Sobresalen: El Museo Pushkin y la Galería Tretiakov. El Museo Pushkin, dedicado al arte europeo, inaugurado en 1912, fue fundado por Iván Vladímirovich Tsvetáiev y diseñado por Roman Klein. En 1924 el gobierno comunista nacionalizó numerosas colecciones particulares que incorporó a sus fondos, así mismo, entre 1924 y 1930, recibió obras del Hermitage, y, en 1948, acogió parte de las colecciones impresionistas y vanguardistas de Sergueí Schukin e Iván Morózoc adquiriendo gran fama. Entre sus obras destacan: Tesoro de Príamo, que el ejército rojo se llevó de Berlín en la II guerra Mundial, y pinturas de Bronzino, Strozzi, Rembrandt, Botticelli, Murillo, Zurbarán, Van Dyck, Ingres, Delacroix, Renoir, Degas, Van Gogh, Matisse, Munch, Miró, Picasso etc.
La Galería Tretiakov está dedicado al arte ruso. El edificio original fue construido entre 1902 y 1904, por el pintor y arquitecto Viktor Vasnetsov, para albergar la colección del mecenas Pavél Tretyakov. En el año 2000 se abrió la Nueva Tretyakov, para acoger el arte moderno y contemporáneo ruso. Sobresalen la Virgen de Vladimir, la Trinidad de Rubliov, la monumental Composición VII de Kandinski, y Cuadro Negro de Malévich.
No se puede visitar Moscú, sin ver y utilizar (si se consigue) el metro, uno de los más profundos del mundo, sólo superado en pasajeros por el de Tokio. Algunas de sus estaciones, como Mayakovskaya, Kropothinskaya, Ploshad revolutssii, y Komsoloskaya, son auténticas obras de arte. En ellas mármoles, estucos, vidrieras, mosaicos, y lámparas de arañas, se mezclan con hoces, martillos, armas, partisanos y la efigie de Lenin.
Además, pasear, callejear y vagar por la ciudad, tanto por sus avenidas cómo por sus calles peatonales, repletas de tiendas, cafés, teatros, y gente variopinta, es una alegría para el cuerpo. Como no se puede visitar toda la ciudad, literalmente inabarcable, hay que seleccionar los barrios más famosos y monumentales para aprovechar el tiempo al máximo.
Así, al finalizar la visita de la Plaza Roja se puede hacer una parada en los almacenes GUM, para verlos, hacer compras y descansar. Desde allí, una buena opción es recorrer Kitai Gorod, el barrio más antiguo y comercial de la ciudad, situado al este de la Plaza. La calle Varvarka es la más bonita, aunque una parte fue demolida en la época comunista para construir el Hotel Rossija, un alarde arquitectónico mastodóntico que ha sido derribado ocupando hoy su lugar el parque Zaryadye, que, aunque no devolverá el antiguo esplendor a la calle, se integra de forma armónica en ella. En Varvarka se encuentran el antiguo almacén de los ingleses, la casa de los boyardos Romanov, y la iglesia de la Santa Trinidad de Nikiyniki, una de las más hermosas de Moscú, ejemplo del estilo arabesco ruso de la mitad del siglo XVIII, repleto de detalles decorativos.
Siguiendo el recorrido se llega a la Plaza Lubyanka, sede del FSB, antiguo KGB (la siniestra Checa), y, ya en la calle Nikolskaya, que finaliza en la Plaza Roja, vemos la Imprenta Sinodal, fundada en 1564 por Iván el terrible, donde se imprimió el primer libro en cirílico. Solo con atravesar la Puerta de la Resurrección estamos en la inmensa Plaza Manezhnaia, también conocida como Plaza del Picadero, totalmente renovada. En ella se encuentra: el km 0 de Rusia, el mítico Hotel Plaza, la Universidad Moscovita y la biblioteca estatal. Al lado están la Plaza del Teatro y la Plaza de la Revolución.
En la plaza de la Revolución, con un imponente busto de Carlos Marx, se encuentra el Hotel Metropol, modernista, revestido con un frontón de paneles de cerámica del célebre pintor ruso M. Vrúbel, al que llaman La princesa lejana.
Si cruzamos la avenida estemos en la Plaza del Teatro, con: El Teatro Bolshoi, el más importante del país, coronado por una cuadriga en bronce de Apolo, realizada por Klodt, el Pequeño Teatro, dedicado a la dramaturgia rusa, y la Novaja Stsena, para prestigiosas compañías teatrales de giras por Moscú.
Es aconsejable, tras la visita al kremlin y un descanso razonable, dar un paseo en barco por el rio Moscova, para ver el perfil de las murallas y las siluetas recortadas de los monumentos que se encuentran en su interior, así como del imponente Hotel Ucrania. En 1947, las autoridades soviéticas, acometieron un gigantesco proyecto urbanístico para edificar siete enormes rascacielos, neogóticos, repartidos por Moscú, conocidos cómo las siete hermanas. Los más famosos son: la Universidad, el Ministerio de Asuntos Exteriores (situado junto a la turística calle Arbat) y el Hotel Ucrania. Se proyectó un octavo edificio que no llegó nunca a realizarse, destruyendo para ello la Catedral del Salvador. Hoy la catedral, como tantos otros edificios desaparecidos durante la era soviética, ha sido de nuevo reconstruido.
Y, a quien le guste la arquitectura moderna, no puede dejar de acercarse al CINM (Centro Internacional de Negocios de Moscú), repleto de edificios vanguardistas, innovadores y atrevidos.
La noche da también muchas posibilidades de pasarlo bien: ir a restaurantes de moda, sentarte en alguna de las terraza de sus calles peatonales, ir a un ballet, y sobre todo, pasear por la ciudad pues toda ella es un impresionante espectáculo de luz y colorido.
Una ciudad tan inmensa y hermosa como Moscú, no se ve en unos días. Hay que visitarla de nuevo, para volver a ver lo que se ha visto y lo que no se ha visto: monasterios, iglesia, museos, jardines, avenidas, edificios, tiendas, teatros etc. Si algo tengo claro es que viajare de nuevo a Moscú. Como negarte a ello, cuando no para de decirte ¡¡vuelve, vuelve, vuelve!!
Galería de Fotos ‘Desde Rusia con amor: Moscú para siempre’
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