La piel decorada

 

Medicina, Piel y Arte. Sección site de Olga Marqués Serrano

 

<< Acceder a la entrega anterior: Envejecimiento cutáneo (Parte 2). Post 9

La piel decorada. Post 10 de la sección Medicina, piel y arte. Olga Marqués SerranoMuchos cosméticos tienen como finalidad decorar y adornar la piel para embellecerla. De esta manera, tras la aplicación de diferentes tipos de productos se consigue un cambio y una mejoría en la apariencia de las personas que lo utilizan.

Los maquillajes están constituidos por una serie de sustancias complejas con el fin de cambiar o colorear el tono de la piel y disimular algunas imperfecciones como arrugas, cicatrices, alteraciones de la pigmentación (melasma, vitíligo) etc. Un maquillaje adecuado consigue envejecer y rejuvenecer la piel, aclarar la que es oscura y, por el contrario, transformar una piel intensamente pálida, en una sonrosada y llena de vida.

Además, hay cosméticos que pigmentan la piel sin que haya intervenido la melanina: son los autobronceadores, cuyo principio activo, dihidroxiacetona (DHA), reacciona con las proteínas del estrato corneo y origina un color idéntico al bronceado que se obtiene con los rayos del sol.

La pintura corporal es otra forma de decorar nuestra la piel.  Considerada como una forma de expresión plástica, ha sido  realizada por nuestros antepasados desde  la más remota antigüedad, empleando para ello diferentes pigmentos: tierra coloreada, tiza, carbón, sangre animal, etc.  A finales del siglo XX, con el nombre de pintura corporal o body painting, reapareció este arte efímero, donde los artistas utilizan para ello como lienzo el cuerpo de sus modelos.

Sin embargo, lo que realmente decora, adorna y cambia la apariencia y el color de la piel de forma permanente son los tatuajes que introduciendo sustancias o pigmentos coloreados bajo la epidermis graban dibujos indelebles en ella. Así mismo, las escarificaciones, tras realizar incisiones en la piel, es otra manera de adornar la piel de forme permanente.

 

BENNELONG
Lamina ilustrada, 1790
Londres, The Natural History Museum

Bennelong. Lamina ilustrada. Medicina Piel y Arte. Una sección de Olga Marques Ampliar imagen

 

Bennelong. Lamina ilustrada. Medicina Piel y Arte. Una sección de Olga Marques

Bennelong (1764-1813) fue un aborigen australiano que hizo de intermediario entre sus congéneres, los Eora, asentados en lo que hoy es la cuenca de Sídney, y la primera colonia británica que en 1788 llegó a Australia. A estos nativos se les reconoce una antigüedad de miles de años, pero el 70 por ciento de ellos murieron por distintas enfermedades epidémicas (sobre todo por viruela) tras la colonización de los británicos.

Bennelong es un dibujo que presenta al personaje de frente y de medio cuerpo. Algunas partes: zonas de inserción del cabello, dorso de nariz, mejillas, hombros, brazos, y región pectoral, van decoradas con franjas pintadas en blanco que siguen un patrón a rayas, y contrastan con su piel morena. Este adorno tan especifico forma parte de la cultura de esta comunidad indígena y al día de hoy sigue utilizándose, alternando la pintura corporal con la escarificación ritual.

Bennelong. Lamina ilustrada. Medicina Piel y Arte. Una sección de Olga Marques Ampliar imagen

 

HENRI DE TOULOSE-LAUTREC
Mujer tatuada, 1894
Colección Privada

Mujer tatuada. Henri de Toulose-Lautrec. Medicina, Piel y Arte. Una sección de Olga Marqués Serrano Ampliar imagen

 

Mujer tatuada. Henri de Toulose-Lautrec. Medicina, Piel y Arte. Olga Marqués

Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901), pintor, dibujante y cartelista francés, supo representar, de forma magistral, la rica, vistosa y variada vida nocturna del Paris de finales del siglo XIX. Nacido en Albi, en el seno de una familia aristocrática, fue el hijo primogénito de los condes de Toulouse. En su familia había casos de consanguinidad, sus padres eran primos. Esto propicio que heredara una enfermedad que cursaba con fragilidad en los huesos y que comenzó a manifestarse a partir 1874. Todo se agravó cuando, entre 1878 y 1879, sufrió dos caídas con fractura del fémur izquierdo y derecho, que interrumpieron su crecimiento. Este hecho junto con la enfermedad congénita que padecía hicieron de él una persona deforme, con una cabeza desproporcionada y una altura de poco más de metro y medio.

En 1881 se traslada a Paris, para formarse como pintor en el taller de Bonnat y Cormon. En 1884 se instala en Montmartre, donde frecuenta la vida nocturna parisina, en locales como el Salón de la Rue des Moulins, Le Chat Noir, y el Moulin Rouge. Se refugia en este mundo bohemio, de alcohol y prostitución, donde no se siente marginado por su físico y desarrolla el tema principal de su obra, adquiriendo gran fama los carteles publicitarios que realizaba para promocionar espectáculos. Es también en estos años cuando sus problemas con el alcohol se agravan, dando lugar a cuadros de depresión, neurosis y delírium trémens. Además, contrajo la sífilis, lo que empeoró su poca salud. Murió a la edad de 37 años en el castillo de Malromé, cerca de Burdeos.

Toulouse-Lautrec, realizó sus pinturas con amplias y rápidas pinceladas, que parecen esbozos. Son dibujos lineales, de un cromatismo intenso en los que abundan los colores rojos oscuros y verdes, que recuerdan a las estampas japonesas por sus contornos pronunciados. En ellos, las figuras de la cabeza parecen más acabadas que el resto del cuerpo, y exagera los rasgos de la cara hasta caricaturizar los rostros.

Mujer tatuada muestra una de las escenas cotidianas que con frecuencia pintó Toulouse- Lautrec en la intimidad de un prostíbulo. La modelo, que aparece en primer plano, es una mujer joven que, por el cuidado con el que esta siendo acicalada, quizás va a recibir a un importante cliente y aún no está familiarizada con el mundo de la prostitución. Lleva un peinado juvenil adornado con una cinta roja que se refleja en el espejo, y se viste, ayudada por la madame, cuyo rostro risueño contrasta con el sombrío y triste de la modelo, con un traje verde complementado con un cinturón rojo rematado en una gran lazada.

En la piel de la parte superior del brazo izquierdo tiene un tatuaje, infrecuente en las mujeres de la época, de líneas geométricas con una fecha borrada parcialmente.

Mujer tatuada. Henri de Toulose-Lautrec. Medicina, Piel y Arte. Una sección de Olga Marqués Serrano Ampliar imagen

OTTO DIX
Suleika, el prodigio tatuado, 1920
Italia, Colección Privada

Suleika, el prodigio tatuado. Otto Dix. Medicina, Piel y Arte. Una sección de Olga Marqués Ampliar imagen

 

Suleika, el prodigio tatuado. Otto Dix. Medicina, Piel y Arte. Una sección de Olga Marqués

Suleika, el prodigio tatuado es el retrato de uno de los personajes marginales que Dix pintó con frecuencia durante la década de los años veinte. La modelo, conocida como Maud Arizona, subida en un pequeño pedestal, se gira con los brazos extendidos para ser mejor contemplada. Su rostro vuelto con orgullo hacia el espectador muestra su cuerpo cubierto tan solo por unas bragas rojas y unos zapatos blancos de tacón. Este exhibicionismo orgulloso se debe a que, exceptuando la cara, tiene la totalidad de su piel tatuada y tan decorada que su color natural ha pasado a un segundo plano ya que apenas queda algún centímetro sin cubrir.

El artista muestra a su modelo en el local donde trabajaba. La mujer, morena, de exóticos rasgos, va perfectamente peinada, maquillada, y enjoyada, aunque solo sus pendientes son auténticos ya que la gargantilla, los anillos, las pulseras y un curioso brazalete en forma de serpiente que se enrosca en su antebrazo son tatuados. La geografía de su piel es un muestrario completo en la que están representados todo tipo de personas, objetos, plantas y animales. Y lo más curioso, en el pliegue del brazo izquierdo aparece tatuada la paleta del pintor con su rostro, su nombre y la fecha de 1920 en que realizó el cuadro. Al fondo, tras las cortinas descorridas, un ventanal oriental deja entrever la silueta de una pirámide, que hace sospechar el origen egipcio de Suleika.

Suleika, el prodigio tatuado. Otto Dix. Medicina, Piel y Arte. Una sección de Olga Marqués Ampliar imagen

 

MAUD STEVENS WAGNER
Retrato de mujer con tatuajes , hacia 1807
Fotografía
Los Ángeles, The Plaza Gallery

Retrato de mujer con tatuajes. Maud Stevens Wagner. Medicina, piel y arte. Una sección de Olga Marqués Ampliar imagen

Retrato de mujer con tatuajes. Maud Stevens Wagner. Medicina, piel y arte. Una sección de Olga Marqués

Maud Stevens Wagner (Condado de Lyon, Kansas, 1877- Lawton, Oklahoma,1961), artista americana que desarrolló parte de su carrera en el circo, está considerada como la primera mujer tatuadora profesional de la historia

Trabajó en diferentes circos itinerantes como trapecista, acróbata y contorsionista. En 1904, durante la Exposición Universal de San Luis, conoció a un curioso personaje: Gus Wagner que había recorrido el mundo como marino, exhibía en el circo su cuerpo cubierto de más de 300 tatuajes, y era, además, un experto tatuador. Según refería, había aprendido a tatuar en algunas tribus ancestrales de Java y Borneo.

Enseñó a Maud, con la que acabó casándose y a la que tatuó todo el cuerpo, la técnica tradicional del tatuaje. Durante años viajaron por distintas ciudades de Estados Unidos, exhibiéndose y haciendo demostraciones de su arte
en ferias, teatro de variedades, vodeviles, y espectáculos burlescos.

Es por tanto, con seguridad, que tanto la protagonista del cuadro de Dix como la de la fotografía son la misma modelo, y que el artista tras ver el espectáculo Suleika, el prodigio tatuado, pintó a Maud Stevens Wagner, conocida como Maud Arizona en los ambientes en los que trabajaba.

Retrato de mujer con tatuajes, es una fotografía de medio cuerpo que muestra a la modelo con la piel totalmente tatuada.

La mujer que mira de frente al espectador, a pesar de sus rasgos fuertes y definidos, no carece de belleza: ojos negros, cejas espesas, nariz aguileña y labios finos. Su pelo oscuro va recogido en un moño, y se adorna con una rosa blanca. Al cuello lleva un collar de perlas de cuatro vueltas y el vestido con un escote “palabra de honor” deja la piel de los hombros, parte alta del tronco, brazos y antebrazos al descubierto. El motivo es poder admirar una sucesión de elaborados tatuajes, donde una mujer que cabalga sobre un león esta rodeada de un sinfín de animales y plantas exóticas y salvajes.

A principio del siglo XIX, Maud Stevens Wagner tuvo la valentía de escoger una profesión dominada por los hombres, rompiendo con todo tipo de tabús al convertirse en una gran profesional y, ella misma, en una obra de arte.

Retrato de mujer con tatuajes. Maud Stevens Wagner. Medicina, piel y arte. Una sección de Olga Marqués Ampliar imagen

 

JOSÉ HIERRO
(Madrid, 1922 – 2002)

Odiseo en Barcelona

¡Si nunca hubiese vuelto…!
¡Cuánto mejor si nunca hubiese vuelto!

Navegaban conmigo
Nausicas y Penélopes.
Las llevaba tatuadas en mis brazos
para tenerlas siempre ante mis ojos
y no olvidarlas nunca.
Pero la piel se me ha arrugado,
y las celestemente jóvenes
parecen ahora ancianas damas.
¡Si nunca hubiese vuelto!

Llegué con las orejas taponadas
para no ser esclavo del hechizo
del canto aquel que nunca llegué a oír.
Y halle cipreses góticos,
piedras y seres que jamás soñé,
palabras diferentes.
Y no estaban mis islas,
o acaso fueron sólo un sueño mío.

¡Si nunca hubiese vuelto! Pero he vuelto,
y aquí estoy otra vez, acariciando
este puñado de humo.

 

RAFAEL DE LEÓN
(Sevilla, 1908-Madrid, 1982)

Tatuaje

Él vino en un barco de nombre extranjero,
lo encontré en el puerto un anochecer
cuando el blanco faro sobre los veleros
su beso de plata dejaba caer.
Era hermoso y rubio como la cerveza;
el pecho tatuado con un corazón y
en su voz amarga había la tristeza,
doliente y cansada, del acordeón.
Y entre dos copas de aguardiente
sobre el manchado mostrador
él fue contándome entre dientes
la vieja historia de su amor:

Mira mi brazo tatuado
con este nombre de mujer.
Es el recuerdo del pasado
que nunca más ha de volver.
Ella me quiso, y me ha olvidado,
en cambio, yo no la olvidé,
y para siempre voy marcado
con este nombre de mujer.

Él se fue una tarde con rumbo ignorado
en el mismo barco que lo trajo a mí,
pero entre mis labios se dejó olvidado
un beso de amante que yo le pedí.
Errante lo busco por todos los puertos,
a los marineros pregunto por él,
y nadie me dice si está vivo o muerto
y sigo en mi duda, buscándolo fiel.
Y voy sangrando lentamente,
de mostrador en mostrador,
ante una copa de aguardiente
donde se ahoga mi dolor.

Mira tu nombre tatuado
en la caricia de mi piel,
a fuego lento lo he marcado
y para siempre iré con él.
Quizá ya tú me has olvidado,
en cambio, yo no te olvidé,
y hasta que no te haya encontrado
sin descansar te buscaré.

Escúchame, marinero,
y dime: ¿qué sabes de él?
Era gallardo y altanero,
y era más dulce que la miel.
Mira su nombre de extranjero
escrito aquí, sobre mi piel.
Si te lo encuentras, marinero,
dile que yo muero por él.

 

 

Esta es la última entrega de la sección Medicina, piel y arte.
<< Acceder a la presentación de la sección: presentación de la sección y primera entrega, «La piel». Post 1

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies