<< Acceder a la entrega anterior: El color de la piel. Post 5
Las radiaciones del sol sobre la piel dan lugar a un eritema solar, hiperpigmentación y aumento del espesor de la epidermis. El efecto tardío de esa radiación se traduce en el fotoenvejecimiento y la fotocarcinogénesis de la piel.
El eritema solar es un proceso inflamatorio que se manifiesta por un enrojecimiento cutáneo. Si la exposición a la luz del sol ha sido leve la piel, por el efecto calórico de las radiaciones, está caliente y eritematosa, acompañándose de escozor y prurito; estos síntomas desaparecen pronto. Si la exposición ha sido excesiva e indiscriminada el eritema puede dar lugar a la formación de ampollas y a una quemadura de segundo grado. De forma excepcional puede producirse un cuadro de insolación, donde se suma al efecto calórico cefalea, fiebre, náuseas, taquicardia, delirio e incluso shock.
La pigmentación es la protección más importante del cuerpo humano frente al daño producido por las radiaciones solares. Tras la exposición solar hay, de forma inmediata, una ligera pigmentación la piel y, a las 48 horas, inducida por las radiaciones ultravioletas A, B y C, una hiperpigmentación retardada que origina el bronceado de la piel.
El fotoenvejecimiento es un daño a largo plazo del sol sobre la piel, causado por las radiaciones UVA y por el eritema que desencadena los rayos UVA y UVB que actúan sobre los fibroblastos alterando el DNA y dando lugar a una degeneración elastótica de la piel que favorece el envejecimiento cutáneo.
La fotocarcinogénesis es otro daño tardío de las radiaciones solares en la piel. Cuando los mecanismos naturales que la defienden fallan, bien por un exceso de radiaciones recibidas o por una falta de pigmentación, los rayos ultravioletas actúan directamente sobre el material genético de las células produciendo en ellas displasias y como consecuencia cánceres en la zona afectada.
JOHN SINGER SARGENT
Arthur George Maule Ramsay, Lord Dalhousie, 1900
The Earl of Dalhousie
John Sargent (Florencia, 1856- Londres 1925) fue el más importante retratista de la época. Su primera formación la realizó en la Academia de Florencia, ciudad en la que había nacido de padres americanos. Posteriormente, para completar su aprendizaje, se trasladó a París donde frecuentó la Ecole de Beaux Arts y el taller de Carolus-Duran, quien le transmitió la admiración por los grandes maestros de la pintura. Además tomó contacto con el Impresionismo, relacionándose sobre todo con Manet.
En 1879 viajó a España para estudiar la obra de Velázquez, del que admiraba su dominio de la luz, el color y la pincelada corta. En 1884 se estableció en Londres, convirtiéndose en el gran retratista de la aristocracia y la alta burguesía, tanto de Europa como de Estados Unidos. En esta faceta Sargent fue un artista consumado. Nadie como él ha pintado a mujeres elegantes y sofisticadas, con hermosos vestidos y en ambientes refinados y cultos. A partir de 1907 abandonó el retrato para dedicarse a pintar paisajes y acuarelas. En los últimos años realizó importantes ciclos decorativos en Estados Unidos, sobre todo murales para edificios públicos. Los más reconocidos son los de la Public Library de Boston. Murió en Londres, en 1925.
Arthur George Maule Ramsay, Lord Dalhousie es una composición de tres cuartos, que muestra a un joven aristócrata, elegante y apuesto. El modelo está vestido con un traje desenfadado blanco y una atrevida corbata roja. El brazo izquierdo reposa sobre una balaustrada y el derecho lo apoya en la cadera, con un gesto displicente y de abandono que manifiesta la clase privilegiada a la que pertenece.
Su cara tiene una coloración rojiza por un eritema solar que la cubre en la totalidad, incluso hasta la oreja. Y en la parte superior de la frente, con una línea diagonal perfectamente definida, aparece la piel blanca, natural; es la parte que ha estado protegida por su sombrero y no ha sufrido la quemadura solar.
Fue un cuadro moderno en su momento por su pose y su indumentaria, con un maravilloso contraste de luz entre el traje, el gris de las columnas y el fondo oscuro de la composición.
Ampliar la imagen de la izquierda
MARY CASSAT
Niños jugando en la playa, 1884
Washington, National Gallery of Art
Mary Cassatt (Pennsylvania, 1844, París, 1926) considerada como una de las más importantes pintoras impresionistas de la historia, es valorada hoy en día por el importante papel que desempeño en el reconocimiento y difusión del estilo impresionista en los Estados Unidos.
Perteneciente a una familia acomodada, paso gran parte de su infancia en Europa donde recibió una esmerada educación. Comenzó su aprendizaje a los quince años de edad, en la Pennsylvania Academy of the Fine Art de Filadelfia. Abandonó sus estudios para instalarse en París donde complementaria su formación como alumna del pintor de genero Chaplin, y de los academicistas Coutoure y Gérôme.
En 1870, al comienzo de la Guerra Franco-Prusiana, regreso a los Estados Unidos. No triunfó en su país, y además tuvo un grave enfrentamiento con su padre que se oponía a su trabajo de pintora por lo que volvió a Europa, instalando su residencia definitivamente en París en 1874. En esa época conoce a Degas. Este encuentro será definitivo para ella, pues el maestro, con quien aprende la técnica del grabado y el uso de los colores al pastel, se convierte en su mentor y la introduce en el circulo de los pintores impresionista de los que acabaría formando parte. A principio de loa años 90 su estilo evoluciona hasta ser característico. Se centra en los retratos infantiles con pinturas llenas de vida, ternura y alegría que son las que le darán el reconocimiento y la fama. A partir de 1912 sufre una pérdida progresiva de la visión que la lleva casi a la ceguera y tiene que abandonar la pintura.
Niños jugando en la playa, es una de las obras más entrañables de Mary Cassatt, en la que plasma a sus personajes preferidos: los niños.
En la escena dos niñas juegan en la arena de la playa con un cubo y una pala. Solo están a su tarea, tan absortas y entretenidas que ni se relacionan entre ellas. Las dos llevan un vestido azul oscuro protegidos por un delantal blanco. La niña situada en primer plano, de cabellos rubios y piel clara, tiene las mejillas, los antebrazos y brazos enrojecidos por un eritema solar. Su compañera, de forma paradójica, se cubre la cabeza con un sombrero de paja, e incluso las piernas con unas tupidas medias, lo que la protegerá, sin duda, de la quemadura solar. El fondo, pintado con pinceladas rápidas y sueltas, es un mar apacible surcados de blancos veleros, donde la luz del atardecer se refleja de forma magistral.
Ampliar la imagen de la izquierda
JOAQUÍN SOROLLA
Niños en la playa, 1910
Madrid, Museo del Prado
CANCIONERO ANÓNIMO S. XVII
Blanca me era yo
cuando entré en la siega;
diome el sol y ya soy morena.
Blanca solía yo ser
antes que a segar viniese,
mas no quiso el sol que fuese
blanco el fuego en mi poder.
Mi edad al amanecer
era lustrosa azucena;
diome el sol y ya soy morena.
Joaquín Sorolla (Valencia 1863-Cercedilla 1923) recibió su primera formación en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos; siendo muy joven se trasladó a Roma y a París para completar su aprendizaje. En los primeros años se centró en el realismo social y adoptó el costumbrismo con temas marineros. En 1889, en la Exposición Universal de París, descubrió a los pintores nórdicos y su peculiar tratamiento de la luz, entablando relaciones con Zorn, con el que comparte la obsesión por representar y captar fielmente la luz de sus respectivos países.
Sorolla se adhirió al Iluminismo, y creó su propio estilo. A partir de entonces, el mar y la fuerte luz mediterránea fue un tema recurrente en su obra. El baño en la playa se repite con frecuencia, siempre con figuras humanas en pequeños grupos. A veces, si son niños, los representa desnudos, y si son mujeres, con sombrillas y vestidos blancos y vaporosos que tamizan la luz. Además, se dedicó al retrato, y es considerado como uno de los grandes especialistas españoles del siglo XX, con una clara influencia de Velázquez y su contemporáneo Sargent, al que le unía una buena amistad.
Desde 1911 a 1919 realizó para la Hispanic Society of America catorce grandes paneles para decorar su sala principal, conocida como Visión de España. Estos representan gente y costumbres de diversas regiones españolas. En 1920 sufrió un ataque de hemiplejia. Murió en Cercedilla tres años después.
Niños en la playa fue pintado por Sorolla en la playa de la Malvarrosa, a donde acudía para captar la fuerte luz mediterránea y representar escenas de la vida cotidiana.
El cuadro muestra a tres niños completamente desnudos que, tendidos boca abajo, juegan con la arena y el agua en la orilla de la playa. Uno de ellos, más pequeño, está indeciso y rezagado. Es de piel blanca y pelo rubio y con seguridad un claro candidato a la quemadura solar. Los otros dos, morenos y más curtidos en esos baños, tienen ya los hombros y la espalda con una pigmentación natural que los protege, captando el artista los increíbles reflejos y el brillo del agua sobre la piel mojada y expuesta al sol.
Es una pintura llena de vida, en tonalidades ocres y con un maravilloso contraste de luces y sombras.
Ampliar imagen
VASCULARIZACIÓN E INERVACIÓN
La coloración de la piel también está influida por su vascularización y su inervación. La piel está irrigada por plexos vasculares, formados por arteriolas, venas y glomus (anastomosis arteriovenosas). A su vez, las arteriolas y glomus están inervados por impulsos nerviosos simpáticos que producen una vasoconstricción continua. La eliminación de estos impulsos simpáticos, por tanto, dará lugar a fenómenos de vasodilatación.
Si se examina la piel de una persona, por sus variaciones en el color podrán conocerse sus emociones e incluso intuir sus pensamientos. Por eso la piel, en ciertas situaciones donde intervienen sentimientos como el terror, la ira y la vergüenza, sufre cambios en la coloración, ya que estas emociones están sometidas a un control nervioso que el individuo no puede dominar. Así, en situaciones de terror, por estimulación masiva del simpático, se produce una vasoconstricción generalizada y palidez cutánea; pero si actúan reflejos axónicos locales sobre las arteriolas, las reacciones de vasodilatación darán lugar a eritema y rojez de la piel, como en el caso de sentimientos de vergüenza o rubor.
Así mismo, el frío y el calor pueden dar lugar a fenómenos de vasoconstricción y vasodilatación en la piel, y hay sustancias químicas como la histamina y sustancias H que producen una vasodilatación generalizada.
Estos cambios en la vascularización son especialmente valorables en la rosácea, dermatitis crónica de la región facial, en la que las crisis repetidas de sofocos por una reactividad vascular dan lugar a telangiectasias y a una coloración enrojecida y permanente de la piel de la cara.
REMBRANDT
Retrato de Maertgen van Bilderbeecq, 1633
Frankfurt, Städelsche Kunstinstitute
Retrato de Maertgen van Bilderbeecq representa a la esposa del comerciante de cereales y pastelero de Ámsterdam, Willem Burchgraeff, con cuyo retrato hace pareja.
Rembrandt sigue la tradición de la pintura holandesa de la época, al insertar a la modelo en un ovalo. Esta, con su cara iluminada y adornada con una imponente gola y cofia blanca, contrasta fuertemente con el fondo negro, ante el que está retratada.
La mujer, de piel y de ojos claros, tiene una amplia frente por el desplazamiento de la línea de inserción del pelo como consecuencia de la tirantez y de la tracción a que ha estado sometido su cabello desde la niñez. Así mismo, las cejas son apenas perceptibles, y en el dorso de la nariz y de las mejillas presenta un eritema con un componente inflamatorio, claramente compatible con una rosácea .
Ampliar detalle de la imagenÉDOUARD MANET
El buen bock, 1873
Filadelfia, Museum of Art Paris
Manet (París, 1832-1883 ) es considerado el padre del Impresionismo. Sin embargo, en sus comienzos su pintura estuvó más cerca del Realismo, y fue a principios de la década de 1870 cuando adoptó la pincelada suelta y luminosa de los impresionistas, logrando una gran intensidad en la luz ambiental, con un colorido vivo, y unos contornos difuminados y suaves.
Buscó temas naturalistas, adoptando un estilo espontáneo que choca con los gustos estéticos de la sociedad de su época, escandalizada por la crudeza de sus desnudos; es por ello por lo que el Salón Oficial de París rechazó en varias ocasiones sus obras. Su pintura está influida por Velázquez y Goya, a los que consideraba sus maestros, indagando como ellos en la psicología de sus personajes.
En los años 80 le fue diagnosticada una sífilis que dio lugar a una ataxia en los miembros inferiores, con la amputación posterior de la pierna izquierda y la aparición de una gangrena que le llevó a la muerte en 1883. Un año después se celebró una gran exposición póstuma, obteniendo el reconocimiento oficial y siendo imparable su fama a partir de entonces. Entre sus obras más reconocidas están: Almuerzo sobre la hierba, Olimpia, El pífano, El balcón y Bar at the Folies-Bergere.
El buen bock fue presentada por Manet en el Salón en 1873, donde obtuvo, por primera vez en su vida, una gran acogida de público y crítica.
El cuadro tiene una gran influencia de la pintura holandesa. Lo pintó después de un viaje que realizó a Holanda con su mujer, que era originaria de ese país, y está inspirado en El alegre bebedor de Frans Hals.
El personaje, Emile Bellot, litógrafo y grabador, era cliente habitual de café Guerbois. El retrato le muestra sentado en una mesa, con una apariencia bonachona y tranquila, mientras fuma una pipa y bebe una cerveza.
Su cara presenta un eritema difuso, con un componente congestivo, que afecta a mejillas y dorso de la nariz, típico de la rosácea. También tiene un eritema en el pliegue interciliar, las cejas y los pliegues nasolabiales, síntomas característicos de la dermatitis seborreica. Se trata de afecciones que con frecuencia van asociadas, y que Manet ha sabido representar con absoluta maestría.
Acceder a la siguiente entrega: Salud y Enfermedad. Post 7 >>